El mundo del autoempleo está lleno de ideas que suenan como un mal chiste contado en una sobremesa… hasta que alguien las convierte en un ingreso real. No estamos aquí para prometerte fortunas, sino para mostrarte que la frontera entre lo ridículo y lo rentable es más delgada de lo que parece.
1. El concierge de devoluciones
Empaque, guías de envío, reclamaciones… la mayoría odia este proceso. Por eso, pagarle a alguien para que lo haga suena extraño, pero existe un nicho completo que vive de simplificar devoluciones para clientes y empresas. Menos glamour que un café de especialidad, más demanda de lo que crees.
2. Limpieza de señales de tránsito
No, no es una broma. Hay municipios y empresas que pagan por limpiar señales sucias o grafiteadas, sobre todo en zonas turísticas. Trabajo físico, cero misterio, contratos estables si logras entrar en la lista de proveedores.
3. Entrenador de compras de segunda mano
Hay gente que no sabe negociar en un tianguis o mercado de pulgas. Tú sí. Ofreces tu servicio como acompañante, evaluador y negociador. Cobras por hora o por porcentaje de ahorro conseguido. Es como un “personal shopper”, pero versión regateo.
4. Renta de plantas para oficinas
El mantenimiento de plantas vivas es costoso para empresas… así que muchas prefieren rentarlas con servicio incluido. Tú llevas las plantas, las cuidas, las reemplazas si mueren, y cobras una mensualidad. Bajo perfil, contratos largos.
5. Organización de colas (fila humana)
En ciudades donde la demanda por entradas o productos supera la oferta, hay quien paga por que alguien “les guarde el lugar”. En algunos casos es informal, en otros es un servicio con uniforme y facturación.
Conclusión: No subestimes las ideas raras. Lo importante no es si suenan cool en Instagram, sino si resuelven un problema real que la gente odia manejar por sí misma.
Este artículo es informativo. No es asesoría legal, financiera ni promesa de ingresos.